26 de junio de 2011

Cambios.

Aquel día, uno de tantos en el infinito calendario, empezó a comprobar con sus locuaces ojos marrones que el mundo estaba cambiando. Llevaba meses pensando que debía conseguir algo de dinero por su cuenta, aunque el monasterio le diera todo lo que necesitaba, nunca estaría mal tener unos ingresos propios.
Y así, movido por la idea de empezar a ser independiente, Jared pudo ver, aquella noche, como la realidad sobre la que caminaba empezaba a desmoronarse poco a poco, como un enorme castillo de naipes. Quizá el que tomara conciencia de ello antes que el resto impidió que el mundo le arrastrara en su caída.
- Una jarra de aguamiel, muchacho. Y rápido, no quiero tener ni un minuto más en la cabeza la visión de mi mujer desnuda.
- Si señor, ahora mismo.
Esquivando las mesas de la taberna y procurando no chocar con la gente que entraba en el local y entorpecía su camino, se aproximó a la barra y tomó el encargo de manos del maese Brandon, propietario del tugurio.
- Una jarra de aguamiel, maese. Para la mesa del fondo. Son extranjeros, creo que podemos sacarles algo más de la tarifa normal – susurró con astucia el chico. – un par de escudetes de cobre estará bien.
- Eres una sucia serpiente sin escrúpulos, chico. -  Maese Brandon soltó una carcajada mientras servía el líquido. – Me alegro de tenerte de mi lado, no lo dudes.
Sonriendo con la mueca propia de quien sabe más de lo que parece, Jared aceptó los cumplidos con humildad y se dispuso a cumplir el encargo cuando la puerta del establecimiento volvió a abrirse con un golpe brutal.
En el marco de la entrada, y a través de la gente que se había levantado de pronto, Jared pudo ver a un hombre joven, un mercader seguramente,  con el rostro ensombrecido por las tinieblas de la noche. Al hombro llevaba un fardo enorme, del tamaño de un ser humano.
Lentamente, como si hacer cada movimiento le costara arduo esfuerzo, el desconocido entró en la estancia, ahora en completo silencio. Rodeado por un aura tensa, desconcertante, las llamas del hogar quebraron entonces la máscara de sombras que le ocultaban. Tenía el rostro lleno de arañazos, profundos, sanguinolentos, dejaban tras su estela un marcaje a flor de piel. Eran cinco. Los mismos cinco regueros que le desgarraban la suave camisa de lino, empapándola de sangre, goteando sobre la madera con una cadencia disonante.
El hombre no dijo nada, tras un par de pasos confusos, tembló unos instantes, como una hoja mecida por el viento, y se desmoronó de rodillas, dejando caer el fardo que portaba.
Nadie se movió. Nadie hizo nada. Todos miraban con ojos asustados a aquel hombre herido de muerte, contemplando la sangre que también brillaba en su espalda.
Fue maese Brandon quien tomó el control de la situación. Rápidamente se acercó al herido y le buscó el pulso.
- Aún vive. Pero pierde mucha sangre. Que alguien me ayude a llevarlo arriba, rápido.
Pareció que su voz, aserrada y rasposa, despertara a la multitud, provocando que un par de jóvenes se acercaran al cuerpo y, entre ambos, lo levantaran.
- ¿Qué hacemos con el fardo? – preguntó otro.
- Mirad que es, si no vale la pena llevadlo a los establos. – respondió un Brandon que ya se llevaba al joven escalera arriba, rumbo a las habitaciones.
El viejo extranjero que pidiera el aguamiel se levantó de su silla y se agachó junto al bulto con cuidado, midiendo cada movimiento. Bajo la expectación de todos, lo desenvolvió, esperando encontrar quizá, un saco de ropa, las pertenencias de su propietario… pero nunca lo que de verás contenía.
El rostro de la criatura era humano, aunque desfigurado posiblemente por el fuego. Sus brazos y piernas estaban cubiertas de cicatrices a medio cerrar y sus ojos, fijos en la nada, eran rojos como las llamas que destruyeran parte de su piel. Las uñas, de varios centímetros de largo, habrían sido, con seguridad, las que provocaran las heridas del hombre.
Esa bestia parecía humana, pero sin embargo…
Jared tembló imperceptiblemente. Ya había visto aquello en otra ocasión.
Ese ser llevaba varios días visitándole en sus pesadillas.

7 comentarios:

  1. Cambios, cambios y más cambios...y cualquier tiempo pasado fue mejor....

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  2. Me he quedao con una sensación de grimilla por lo bien narrada que está la descripción de la criaturilla misteriosa... Afú xD
    El chiquillo espabilado es una cajita de sorpresas, por un lado estafador en prácticas y por otro chico de sueños extraños...

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  3. Me llevo conectando desde que vine y ni un día has estado, listillo ¬¬ Ni twitter, ni msn, así que JÁ, la culpa no es mía :)

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  4. Pero... ¿Por qué se lo llevó en el saco? :S

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  5. Ayyyyyyy, que intriga! genial!

    Ámbar

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