One Last Breath.

El cielo poseía la misma tonalidad gris que su alma. Suaves copos de nieve se posan, cual pétalos de ceniza, sobre su pelo, sobre su rostro, sobre sus lágrimas contenidas.

Apostado en la atalaya más alta del monasterio de Kingsbrugh, oteó el horizonte. Un horizonte en perpetuo silencio.

- No es justo. Aun no entiendo por qué tuvo que morir mi padre. A Sam, me refiero al abad; al verdadero nunca tuve la oportunidad de preguntárselo. Tampoco entiendo por qué el destino me ha vuelto a traer aquí, nada me ata a este lugar salvo tú.

El cetrero gira la cabeza y mira directamente a la enorme lechuza que, con los ojos entornados, le devuelve la mirada. Podía sentir sus garras clavadas firmemente en el guante de cuero. La envidió. Ojala su carácter pudiera tener  semejante entereza.

- Me han utilizado. – Su aliento, suspirado, hiende la escarcha del viento – me han utilizado, como a un vil animal doméstico. Y yo obedecía, pensando que la amistad era el motivo, que la confianza la causa. No lo era. Y para colmo todo acabó como acabó. Algún día te contaré la historia, lo prometo.

No sabría decir si la voz que escuchó a continuación procedía de dentro, o de fuera de su mente.

- Veo en tus palabras que la tristeza y la desgracia te han hecho suya. No debes permitirlo. La respuesta a tus preguntas está ahí, pero tú, compasivo y miserable, no te atreves a abrir los ojos al mundo, no eres capaz de ver la belleza que te rodea. Espero que no te des cuenta de tus errores demasiado tarde, pero que te voy a decir… solo soy una lechuza.

El muchacho crispa entonces los puños y con un movimiento seco proyecta el animal al firmamento. Le ve desplegar las alas con elegancia, nota que no mira atrás. Sabe por qué.

No quiere ver a un niño que siente que ya no lo es y amargamente, llora.

BSO: American Beauty. 

BSO II: Final American Beauty (con voz).