1 de junio de 2011

You.

*You*
Nunca olvidaría ese día. Sylfaen argumentaba que aquel lugar era demasiado frío para que alguien pudiera vivir en él, pero él sabía lo que había visto. Lo tenía claro.
- Ha entrado aquí, estoy seguro. Enciende la luz.
Encogiéndose de hombros, Sylfaen extrae un farol de la mochila y lo enciende. Unos segundos después, una luz iridiscente hizo resplandecer las paredes de la caverna.
- ¿Ves? No hay nadie. Apenas llevamos aquí un momento y ya estoy helada. Lo máximo que podemos encontrar es un oso, y la verdad, puedo vivir perfectamente sin esa experiencia.
Entrecerró los ojos. Precisamente, llevaba días meditando sobre aquello, sobre la resistencia de uno mismo. En condiciones extremas, ¿Cuánto podría su cuerpo soportar? ¿Cuál sería el límite de su mente? Recordó la desaparición de su madre, cuando solo era un crío. Más que volverle vulnerable ante el mundo, le había fortalecido. Aun era capaz de recordarse de niño, débil, triste, sensible… no. Más que rencor, guardaba gratitud a su progenitora por abandonar su vida. Le había hecho fuerte, le había conferido una protección que de ninguna otra forma podría haber adquirido.
Ahora ya no era un niño. Echó un vistazo al fondo de la cueva. Era muy profunda, y Sylfaen se había negado a seguir adelante, por lo que caminaba solo.
Ya no era un niño, se repitió, era un hombre. El fuego que latía en su interior curtía el brillo de sus ojos. Casi podía acariciar la coraza que cubría su alma, áspera, resistente. Se sentía seguro bajo ella… aunque…
De repente percibió un movimiento, a la izquierda. Había alcanzado el final del túnel. Estaba a punto de dar media vuelta y marcharse cuando detectó el ruido.
… aunque… una sombra de duda y temor planeaba sobre su espíritu. Un miedo del cual no era consciente se filtraba poco a poco en su cerebro, enquistándose en lo más profundo de su ser. Era el miedo a no saber cuánto podría soportar, el no saber si de verdad era tan invulnerable al mundo como se creía, era el miedo a sufrir.
Sacudió el farol hacia ambos lados y entonces la llama arrancó una chispa al encontrarla, al colisionar contra un mechón de trazos pelirrojos. Sola, encogida en el suelo, le miraba con unos insondables ojos oscuros. Era una muchacha. Con el rostro sucio y las ropas rotas y harapientas, no supo cómo reaccionar ante tan repentina visión. Se miraron.
Su sexto sentido le avisó de que algo en el universo acababa de romperse, solo para recombinarse de otra forma. “La energía ni se crea ni se destruye, solo se conserva”. Supo lo que tenía que hacer.
Le tendió la mano, sin una palabra.
Ella la observó, sin una palabra… y la apartó de un manotazo.
Acababa de encontrar a la joven del pelo oxidado. 

2 comentarios:

  1. "Más que rencor, guardaba gratitud a su progenitora por abandonar su vida"
    Es un interesante punto de vista :O

    PD: Soy Ámbar, no sé que pasa que la mayoría de las veces solo me deja firmar como anónimo.

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  2. Es la segunda vez que leo algo escrito por ti xD Y ya tengo "trabajito" para el verano e.e ¡Leer todos tus post! Y comentar algunos jeje O al menos leerlos ¡ja!

    Me interesa la chica del pelo oxidado. ¿SAbremos algo más de ella?
    Ese chico sí que es fuerte, no sólo por fuerza física creo yo, sino también por la fortaleza de su mente y espíritu :) Has sabido plasmarlo.

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