16 de septiembre de 2011

Allen.

Entonces, y por primera vez, Becca se fijó en el otro muchacho. De ojos negros y pelo corto, su rostro tenía el color del papel. No llegaría a los once años. La mujer le dio la mano y le ayudo a colocarse la bolsa. El niño temblaba, no supo definir si de frío, de miedo, o de ambas cosas.
- Hola Peter. Bienvenido, siento no poder darte un recibimiento mejor pero no podéis quedaros…
- Gracias, se-se-señora – logró articular.
La mirada del joven iba de la mujer a Allen y viceversa. Su nerviosismo encendió una chispa de alerta en la mente del mayor.
- Es curioso que seamos traicionados el mismo día que te conozco. ¿No sabrás nada de eso, Beis?
Becca no cabía en sí de asombro.
- ¡Allen! Tiene once años, doce a lo sumo, no creo que…
- Contesta. Sabes algo. Desapareciste cuando me atacó aquel guardia, eres nuevo, justo ahora nos traicionan. ¿Beis?
Una mancha oscura empezó a formarse en el pantalón del muchacho y, llevado por los nervios, echó a correr con dirección a la calle.
- Mierda.
Allen no miró atrás. Abandonó la casa y cerró la puerta a su salida. Con la flecha encordada, sacudió la cabeza a ambos lados, buscando cualquier indicio de huida. Un ruido en el callejón por el que habían entrado le llamó la atención. Corrió, saltó sobre un montón de basura y se zambulló en la oscuridad de la estrecha calle.
Al fondo, a punto de alcanzar la alcantarilla, Peter Beis le miraba, visiblemente asustado.
- Yo no-no soy un tra-traidor, Allen – tartamudeó.
- Ya claro, yo tampoco, Peter.
- Te lo juro… yo-yo…
- No jures, chico. No puede ser casualidad, las casualidades no…
Un silbido resonó en sus oídos cuando una flecha le levantó el flequillo, sesgando la oscuridad y penetrando casi por completo en la garganta del niño. Allen se giró y disparó sin mirar. Un grito de dolor. Tres guardias armados. En el suelo, a sus pies, el cadáver de Rebecca aún era presa de brutales espasmos en un charco de sangre.
- ¡No!
Tratando de dejar la mente en blanco, el muchacho se parapetó tras un cubo de basura, las saetas coronadas con plumas de ganso, clavándose a su alrededor. El corazón amenazó con salirse del cuerpo cuando se levantó de repente y se lanzó sobre el agujero de la alcantarilla, perdiéndose en la oscuridad.
Un dolor lacerante le atravesó el costado cuando cayó metros más abajo sobre el suelo de roca. Luchando por no perder la conciencia corrió a trompicones por los túneles, de vuelta a las montañas.
Ya había perdido a dos compañeros en menos de un mes. Y a Rebecca. Y habían sido traicionados. Conocían los túneles, la rebelión se venía abajo. 
Los ojos sin vida de Peter Beis le perseguirían en sueños el resto de su vida, el asta de la flecha surgiendo de su garganta como la espina de una rosa ensangrentada. Un pensamiento no se iba de la cabeza,
¿Cuándo dejaría de correr la sangre por las calles de su hogar?

4 comentarios:

  1. ¡Pobre niño! ¡Y pobre chica! Pues si han sido traicionados y de repente matan a los dos... ¡menuda racha! :( Espero que Allen consiga sobrevivir y vengarlos.

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  2. Jajajaja! La verdad es que lo he releído y hay cosas que fallan, porque la historia es más extensa y he cortado por cualquier lado xD
    Pero si... supongo que sobrevivirá... aun no lo he decidido... MUAHAHAHAHA!
    ^^

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  3. Estoy hoy muy flojita para tanta flecha xD

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  4. Caray, cuánta sangre en un momento. Qué triste, pobre crío. Me he imaginado su mirada sin vida y la escena perfectamente y me ha entrado hasta frío. Pero por muy estremecedora que sea la escena, es por conseguir meterme en el relato por lo que debo felicitarte. Aunque creo que todo corre demasiado, desde que Allen sospecha del muchacho, hasta el momento del encuentro con la muerte, no sé, se me hace raro. Pero es estupendo leerte. ^^

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