10 de mayo de 2010

Soy solo... una palabra.

Mientras veía llover aquella tarde, acudió un raro pensamiento a mi cabeza.

Las gotas salpicando el cristal, rebotando en los charcos, saltando en los paraguas… ¿Qué pasaría si en vez de agua… fueran de plata?

Me dejé ir, escribiendo palabras sin sentido en el vaho del cristal…

Sin sentido.

Bueno, eso no era cierto. En realidad tenían sentido, el sentido que yo quisiera darlas… así son las palabras: son lo que quieres que sean. Puede que signifiquen todo… sin ser nada. Yo soy como una palabra. Una palabra escrita en un cristal cualquiera.

Un cristal salpicado de plata. Porque si la lluvia fuera plata… el mundo entero saldría a la calle a mojarse, a recoger con ollas y cucharas, tal metal precioso. Todos nos pelearíamos, seriamos ricos. Los paraguas se llevarían al revés… ¡que descontrol! Todos saldríamos ganando con agua de plata.

Bueno… todos, todos… todos no. Aquellos que se conforman con el constante llorar sobre el suelo, ese dulce repiqueteo, ese curioso percutir, perderían. Así mismo, aquellos que aprecian el olor de la tierra mojada… ellos también saldrían perjudicados.
Así sería el mundo. Así dicen estas palabras que seria.

Porque yo soy otra. Una palabra que escribe palabras. Palabras cualquiera.

Abro los ojos. El sol luce en el cielo. Qué ironía… ¿por qué escribo lluvia… si hoy hace sol?

*

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