Tapiz de nubes.

Tic tac tic tac…

Un reloj silencioso e invisible dio las 6. Lo supe por el sol, cuyo imparable andar amenazaba con sumirme pronto en las sombras. Pero en realidad… lo habría sabido aunque fuera de noche.

Y entonces, mientras miraba el cielo ensimismado, se me ocurrió una idea.

Sonreí. Quería ver su expresión.

Me levanté deprisa y rompí con los dedos un trozo de papel. Pequeñito, que cupiera en un bolsillo. Tomé la pluma y escribí con cuidado, porque mi caligrafía era horrible, el mensaje.

Minutos después apareció en el claro, rompiendo con su presencia el embozo de silencio que cubría el lugar.

Al verme sonrió con cansancio. No la dejé ni saludar.

- Son las 6.

- ¿Las 6? No, no, es mas tarde ya. ¡Es casi de noche! Jajaja, ¡ya no sabes ni en qué hora vives!

- Son las 6 – riendo, seguí rápido, antes de que me interrumpiera su cabezonería – y ante eso…

- ¿Si? – no pude impedir esta vez la interrupción.

- Toma, es para ti. Para toda la vida.

Cogió el papel con cuidado, extrañada. No comprendía nada. Lo leyó. Alzó la vista al cielo, lleno de nubes. Después le dio la vuelta al escrito. Y después… me abrazó muy fuerte, muy fuerte, sonriendo ya no de cansancio, sino de emoción, dejando caer al suelo el pequeño papelito.

Las palabras volaron, en un grito mudo, por el aire:

“Como no hay nada más grande en el mundo que el cielo… ese y solo ese será tu regalo: aquí tienes… un tapiz de nubes.”

Abrazados, no podía dejar de oír el reloj:

Tic tac tic tac…

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Cuenta atrás...