16 de junio de 2011

Errores.

- Fui un estúpido. Con Anabel y con él, nunca debí haberle dejado solo. No en aquel estado. Debí haber cuidado de él, debí… bah, no importa lo que debí haber hecho. Importa lo que hice.
Pese a que su voz era un susurro que apenas alcanzaba a rozar su flequillo, a varios metros de distancia la lechuza blanca ladeaba la cabeza. Como si le escuchara.
- Me voy. Ahora mismo.
             La noticia de la  inminente celebración del torneo había provocado un estallido de luz en su mente. Ahora, la onda expansiva barría de fuego sus ojos, su voz. Salió apresurado del local, apartando sillas, borrachos y prostitutas por igual.
- Necesito un caballo.
- Jared. Vuelve dentro. No puedes irte ahora mismo, así como así. Es plena noche, las puertas estarán cerradas, es peligroso viajar…
- No puedo perder un segundo. – Se giró – tengo que salir de inmediato. ¿Me prestas tu caballo?
Fue entonces cuando todo empezó a irse a la mierda. Fue entonces cuando la miró a los ojos. La luna les robaba el resplandor, otorgando a su presencia un toque fantasmal. No podía huir, estaba atrapado en el caoba de su mirar.
- Anabel, yo… - dio un paso hacia ella, luego otro. Su mano surcó la suavidad de su mejilla para terminar en el puerto de su hombro. Hacía poco que la conocía. Demasiado poco. – Volveré antes de que te des cuenta. Necesito ese dinero.
- Me dejas por dinero, entonces. – Se apartó con un revuelo de su melena morena, herida. – Dijiste que no volverías a luchar, que eso se había terminado. Lo prometiste.
- Sé lo que te dije y sé lo que te prometí. Pero la situación ha cambiado, no puedo explicártelo ahora. Juro que cuando vuelva...
- No jures. Por favor no jures nada. Al único que te traicionas con tus palabras es a ti mismo, no sigas hablando. Vete. Vete donde quieras. Pelea, gana, pierde. Muere. Haz lo que te de la gana.
- Y eso hice. Tomé su caballo de los establos y me fui esa misma noche, tan solo minutos después de que sus palabras me desgarraran por dentro. Pensé que exageraba, que al volver se lo explicaría todo y lo entendería. Me perdonaría y por fin podríamos dejar ese condenado pueblo, juntos… - hizo una pausa. Cerró los ojos, despreciándose a sí mismo. Aquella terrible decisión le marcaría toda la vida, nunca podría olvidarlo. – Ese fue el problema. Pensé demasiado.

2 comentarios:

El reflejo de tu alma...