7 de octubre de 2011

El Fuego Helado.

- No conviertas mis principios en mi debilidad, padre.
Robin quería a su padre. Pese a que su educación había recaído casi por completo en el papel de su madre, él siempre había estado ahí. En muchas ocasiones criticándola, exigiéndola más de lo que podía dar. Hablaba del tema con Riley a menudo. Su padre era demasiado severo, demasiado duro con ella… pero aun así le quería. Al fin y al cabo era su progenitor, ¿no?
- ¿Tus principios? ¿Qué sabe una chiquilla de catorce años de principios? – su voz, arrugada y aserrada como el papel de lija, quitaba capas de vitalidad a la niña con cada palabra, como si se tratara de una simple muñeca de madera. – Lo que ocurre es que no comprendes todavía quien eres. Eres mi única hija. La hija del jefe del Clan de la Rosa del Invierno. No puedes negarte a ir.
Robin trató de controlar su respiración en el aire viciado de la tienda. Se mesó el cabello pelirrojo, frotándose los ojos azules. Ya no había vuelta atrás, debía seguir adelante.
- Fuera de la Gran Llanura la nieve se derrite antes de tocar el suelo. Dicen que los hombres se dejan llevar por una violencia extrema, que el egoísmo y la envidia lo empapan todo con su tacto pegajoso. – susurraba. – Nadie sabe a ciencia cierta que bestias viven ahí fuera. Abandonar el Clan será… un matar o morir. Y no me gusta matar, padre. No me obligues a ir, por favor.
Por un momento pareció que Aleck le daría un respiro, que dejaría que fuera ella quien tomara sus decisiones… pero luego el hielo volvió a cubrir su corazón con una capa de escarcha.
- Es la tradición. El Último Invierno se acerca. Los más jóvenes, liderados por el hijo del Clan, partirán al exterior, explorarán el mundo. Deberías estar agradecida, pues todas las esperanzas del Clan se centran en vosotros. Si no encontráis el Fuego Helado…
- Si no morimos en el intento, quieres decir. – le interrumpió.
- Todos sucumbiremos. Eres demasiado egoísta, Robin. Superpones tus gustos y tus deseos a los demás. Es el mal menor, el bien común. Tus principios son tus debilidades, hija.
- No me insultes. Yo no soy tu hija. – siseó.  
Con un revuelo de la tela que cubría la entrada de la tienda y lágrimas de frustración eclipsando sus ojos, Robin desapareció.

4 comentarios:

  1. Yo solita me acabo de enamorar de esa estupenda canción. No sé cómo lo haces ni de dónde las sacas que me quedo fascinada al escucharlas. Y, por supuesto, le va que ni pintado al texto.
    Entiendo la postura del padre (hasta casi me recuerda al mío) y la postura de la hija. La responsabilidad de ser el cabeza del clan es una carga muy pesada, y puede que Robin tema también eso en el fondo; que el mundo más allá en cruel y despiadado no es una sorpresa, pero creo que teme más tomar la decisión equivocada que aceptar su propio destino. Aun así, su padre debería comprender que las "tradiciones" no son cambio y que su hija aún es muy joven como para enfrentarse a algo que no conoce. El bien común, a menudo, es el mal individual y lleva a la colectividad al fracaso.

    xD Menuda reflexión la mía jeje Espero que te haya ido bien en el examen :) Ya me contarás. ¡Un saludo!

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  2. Poco queda que decir, estoy de acuerdo con M. Y bueno, los diálogos, Marco, ¿son tan fáciles de escribir para ti como le parece a quien lo lee? No sé, con ellos aportas realismo a lo demás y parece que estoy viendo una escena de película.
    Vaya, un examen por ahí, ¿eh? Espero que haya salido bien. ^^

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  3. ¿has escrito alguna vez un libro?
    Si la respuesta es no... ¿A qué esperas? :)

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  4. Hacía tiempo que no te visitaba...
    Seguimos en la tónica de la temática de los relatos del día... Cómo decías en mi blog? Ah sí "cruel y borde" xD

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