22 de noviembre de 2011

Susurros.

- No… no puedo hacer esto solo.
La lluvia golpeteaba contra los postigos, siseaba al deslizarse por los tejados de paja. La calle empezaba a estar tan empantanada como su propia vida.
- Ayúdame a escapar de aquí, por favor.
Atrapado en unas ropas mugrientas, descalzo, y con el pelo enmarañado, J. giró la cabeza, mostró a Sally lo único que aún conservaba limpios, los ojos.
La mirada pecosa de la muchacha le estudió con detenimiento unos segundos antes de asentir, muy despacio. No le conocía demasiado, pero algo le decía que debía ayudarle.
- Puedes contar conmigo.  

4 comentarios:

  1. Limpios de tanto llorar.

    Alba. (Tú ya sabes)

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  2. Breve pero revelador xD
    Yo he actualizado mi abandonadísimo blog con un microrrelato (:

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  3. Y otra vez El Aprendiz, y otra vez sin tener ni idea de qué estoy leyendo. Pero, ostias, agente M, me encanta; y no sólo porque adore la palabra "postigo". xDD Es que... es tu melancolía, esa oscuridad tuya con la que envuelves todo lo que escribes. Da igual que no suceda nada, sé que no es aquí, que no hay edificios enormes con luces de neón a la vuelta de la esquina, que no va a pasar un maldito camión de agua (mítico de toda persecución de película) que romperá la genialérrima armonía de la escena.

    Que sí, que quiero saber qué pasa, de qué va, qué es lo que escribes, pero así ya me encanta. :)

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El reflejo de tu alma...