14 de diciembre de 2011

Dos.



El mundo no había sido justo con él, se repetía una y otra vez cada día, cada hora, cada minuto de su existencia. Tardó meses en recuperarse de la operación, en acostumbrarse a ver la perfecta imperfección de sí mismo en el espejo.
En la atmósfera polvorienta de la habitación, comprobó que el pelo comenzaba de nuevo a crecerle en todo el cuerpo, poco a poco, algunos mechones deshilvanados daban color a su piel pálida, un archipiélago de sombras en un mar de cicatrices. Porque la perfección le había costado un alto precio:
Cicatrices de todos los tamaños acordonaban cada palmo de su metro setenta y cinco de estatura. Sonrió al espejo, mostrando los dientes hechos por encargo que brillaban ante el contacto de la tibia luz del ocaso. Los ojos azul hielo, la mandíbula tallada en mármol. Todos sus rasgos imponían una ferocidad admirable.
- Dos. – susurró con una voz ronca, envejecida prematuramente.
Pasó semanas dándole vueltas en la cabeza. Durante el periodo que estuvo convaleciente, había llegado a la conclusión de que debía cambiarse de nombre. Ya no era aquel ser volátil, débil y enfermizo de otra época. Si su madre le viera, seguramente seguiría llamándole “Redmoon”, Lys continuaría nombrándole como “Pyt”, y para su difunto foxterrier aún sería el joven y pequeño “Pequeño” encargado de mantener lleno su comedero. Pero ese pasado quedó atrás cuando…
Bajando la cabeza lentamente se miró la muñeca. Un complicado dibujo de trazo inverosímil le decoraba hasta el antebrazo. Palpó la parte más cercana a la palma de su mano con dedos dubitativos. La parte que, solo él sabía, correspondía a su cabeza. Un rápido movimiento triangular le hizo erguir el cuello de golpe, el chispazo eléctrico en la base del encéfalo era más fuerte de lo que pensaba. Pero no temía al dolor.
- La inmortalidad es un precio pequeño por verte – dijo a la imagen que proyectaba ahora tenuemente el espejo.
Ya no era un hombre joven de ojos de zafiro. Solapándose sobre ella, parpadeante y difusa, la silueta de una extraña mujer le devolvía la mirada.
- Ya voy. Espérame un poco más. – rogó ante el mutismo del reflejo, segundos antes de que volviera a desaparecer.
Y es que estaba un paso más cerca de ella… pero a mil mundos de distancia todavía. 

1 comentario:

  1. Hermoso!!! Me encantó!!
    Es muy difícil escribir lo que uno siente cuando lee algo, pero me pareció hermoso.
    Besos

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El reflejo de tu alma...