8 de diciembre de 2011

Seryen.


- Tienes que ayudarme. Sácame de aquí, por favor.
El valor había abandonado a Seryen en cuanto hubo visto a aquella bestia entre las sombras. Parpadear era un reto en el que se jugaba la vida, no se atrevía a perder de vista al ser ni un solo segundo.
- ¿Qué eres tú? – susurró, el aire escapando de sus pulmones tenuemente. Debía echar a correr, estaba segura de ello… más las cadenas parecían mantener sujeto al monstruo dentro de su jaula. Chirriaron cuando, con un tirón, intentó acercarse un poco más a ella.
Habían encontrado la caravana de camino al Este. En la Gran Llanura era imposible pasar inadvertido, y el séquito del Rey no tardó en acercarse y compartir generosamente con ellos su copiosa cena. Malabaristas, magos de humo, mimos, dragones de papel brillante y una veintena de músicos les dieron la bienvenida. La caravana de Diente Blanco, como apodaban a su líder por la maravillosa brillantez de su dentadura, llevaba la diversión y la magia hasta el último confín de los Reinos Cardinales.
La magia y la diversión. Pero el ser que le devolvía la mirada desde el fondo de su prisión no parecía estar divirtiéndose en absoluto. De piel pálida, azulada. Ni un solo pelo adornaba su cabeza, el pecho amoratado que se vislumbraba a través de sus ropas andrajosas carecía de pezones, tan solo una gran cicatriz blancuzca le recorría desde el nacimiento del cuello.
- Ya sabes lo que soy. – musitó para sí, mirándose las manos pequeñas, las curiosas membranas interdigitales que unían sus cuatro deformes dedos. – Un error de la naturaleza. Acércate, muchacha, no voy a hacerte daño, pero ellos si…
- ¿E… ellos? ¿Quiénes? – la curiosidad desplazaba rápidamente al miedo. No tardó en avanzar un paso, y luego otro, hasta situarse junto a la extraña criatura. - ¿A qué te refieres?
- Pese a que mi apariencia sea horrible – alzó sus ojos de aguamarina hasta atrapar los suyos – no lo son mis intenciones. Ellos portan la muerte. Pegajosa, sucia y hedionda. El olor de la muerte les persigue a todos ellos. Tenemos que irnos…
- No te entiendo, será mejor que vuelva con…
- ¡No!
 Con una velocidad que envidiaría cualquier humano, el hombre-rana le agarró del brazo y tiró de ella.
- Tienes que sacarme de aquí, Seryen. Van a matar a tu padre, van a matarme a mí y van a matarte a ti. Tú no deberías estar aquí y yo tampoco, por favor…
- Suéltame, suéltame o llamaré a la guardia del Rey y tu cabeza servirá como nido para las aves carroñeras de la Confederación Central.
Y como si un rayo se hubiese abatido sobre él, la soltó. Su propia fuerza la hizo caer al suelo, llenando de barro y polvo su maravillosa túnica color turquesa. Bufó.
- Maldita bestia, mira lo que has hecho. Nunca debí acercarme a ti. Pediré a Diente Blanco que te sacrifique de inmedia… ¿qué ocurre?
Los ojos del mediohombre la miraban  con una mezcla de sorpresa y estupefacción. Algo raro estaba ocurriendo. El vello se le erizó a Seryen desde los brazos hasta la nuca.
- Eres… como yo…
Estirando un brazo pálido a través de los barrotes, le acarició la mejilla con cuidado hasta llegar a sus ojos. Seryen no se atrevió a moverse cuando palpó sus párpados, deslizó con cuidado el dedo entre sus pestañas y…
- ¡Ay! ¿Qué me has hecho? Me escuecen los ojos, yo, yo, me voy.
- Espera.
Al volverse vio que le señalaba un marco cuadrangular al otro lado de la carpa. Una vela latía bajó el espejo mientras se acercaba, despacio. Vio su magnífica túnica manchada por todas partes, su pelo despeinado y encabritado cual caballo salvaje… tardó un par de segundos en observar el ojo que le tocara la bestia.
Temblando de miedo, posó sus dedos bajo él, la boca abierta en un grito mudo. Su ojo izquierdo seguía tal como lo recordaba, pero el derecho… sobre su dulce color miel reposaba, sereno y decidido, el enorme abismo de una pupila vertical. 

1 comentario:

  1. El reflejo de tu alma, dice ahí arriba, y, tienes razón, de la tuya, no de la mía. Me cuesta seguir cada detalle porque no conozco la historia, no reconozco nada de ese mundo que rodea este relato. Hay lugares, personas, seres que no conozco, pero te conozco a ti, Marco[s] (o al menos pretendo que te conozco lo suficiente ahora mismo). Esto es mágico. No de la forma a la que Ithan me acostumbró, pero cada relato tuyo que recuerdo tiene siempre ese toque de magia, de fantasía, de "quiero llegar a él pero no existe" que envidio. No sé qué esperar cuando empiezo a leer y siempre me monto yo sola mis películas mientras leo, para que llegue el final y quedarme con cara de parva. xDD
    Eso sí, jornada crítica: no lo veo tan bien escrito como otros, pero el contenido es genial y tú lo eres, así que mi yo in love with Ithan quería pasarlo por alto. xD Sigue estando muy bien, de todas formas. ^^

    Cosas que se escriben y luego se borran porque da vergüenza, reparo o lo que sea, pero echo de menos los "viejos" tiempos. You and me, agente M. *suspira y sale corriendo porque esto ha sido demasiado tonto*

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El reflejo de tu alma...