23 de junio de 2012

El último hombre.

Hacía semanas que no salía de aquella habitación. Solo, desnudo de cintura para arriba exhibía a la Nada que lo rodeaba un par de cicatrices ya cerradas e innumerables recuerdos. Con un suspiro, descorrió las cortinas de la ventana deseando ser el último hombre vivo en el mundo.
Obviamente, su deseo tampoco se vería recompensado esa mañana. Donde él habría querido un enorme cráter seguía persistiendo contra todo pronóstico aquel bosquecito de abedules. El mundo era una mierda.
- Necesito una copa.
- Son las nueve de la mañana, Christien.
Evelyn. Siempre Evelyn. En el fondo intuía que la joven no existía, que era producto de su imaginación, puesto que nunca había podido acercarse a ella. No obstante… le apetecía seguir creyendo en su propia realidad.  
- Para alguien que ha muerto siete veces no hay horarios, Evy. La belleza de la eternidad.
Rió. Pese a no existir, debía reconocer que su risa era pura, cristalina. Le recordaba a una cascada chocando contras las afiladas rocas de la base. Por supuesto, él era aquellas rocas.
- Que irónico que precisamente sea esa eternidad tan bella la que te esté matando.
- Nada puede matarme, ¿has vuelto a esconder la bebida? Devuélvemela, Evelyn.
Tenía la boca pequeña, una cadena de dientes diminutos se clavaban en su labio inferior. Algo tramaba, se lo decían sus ojos, sus esbeltas cejas arqueadas, su pelo de ala de cuervo. Era un puto duende travieso.
- No he escondido nada – Christien abría y cerraba cajones, desesperado. Debajo de la cama no había más que polvo. – Solo existo en tu imaginación, ¿recuerdas? No puedo tocar nada, no puedo hacer nada más que hablarte. Quizá si creyeras un poco más en mi…
- Cállate. Si tan imaginaria eres, te ordeno que te calles. Aquí no hay nada, no importa, bajaré a la cocina. En la despensa debe haber barriles, me voy a poner como…
- Lo dudo.
- ¿Qué? – Con un ademán, tiró del picaporte con todas sus fuerzas, más no cedió ni un milímetro. – Evelyn, basta de juegos. ¿Por qué estoy encerrado? Sácame de aquí ahora mismo.
- Primero que me calle y ahora que te saque de aquí. Me lo pensaré.
- Evelyn… - el cabreo empezaba a filtrarse por los poros de su piel.
- ¿Si? – Componiendo su mejor mueca de niña buena, recordó de pronto por qué estaba allí. – Y por cierto, quítate de la cabeza ese deseo de ser el último hombre en el mundo, anda. No se te da bien compadecerte, te quita encanto.
El enfado siseó entonces, acero ardiendo en una cuba de agua helada. Escalofríos, ¿Cómo podía conocer sus pensamientos?
- El mundo está lleno de idiotas; de idiotas y de Evelyns que me esconden la bebida. Estaría mejor solo, gracias.
- Claro, y por eso me has creado, ¿no? Sin nadie a tu alrededor tu vida perdería todo el sentido.
- ¿Acaso mi vida tiene algún sentido ahora?
De cara a la puerta de la habitación, no sabría decir con certeza si aquello lo había pensado o lo había dicho en voz baja. La mirada perdida en las vetas de la madera, le pareció reconocer el rostro de su padre.
- Esa pregunta solo puedes responderla tú mismo, Christien. El vino está escondido en un hueco en la chimenea… nos vemos luego, si es que para entonces no me has olvidado. 

3 comentarios:

  1. Que te follen~~~

    Sí, soy anónim@!!!

    xD

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  2. Hola Marco!
    Yo también estaba tiempo sin pasarme por aquí... Tengo el blog un poco dejado... XD

    Saludos ;)

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El reflejo de tu alma...