14 de agosto de 2012

Demasiado lejos.

Llevaba la capucha calada sobre los ojos, más no era suficiente. Una fina telaraña de hielo enhebraba sus pestañas sin piedad. Nada era suficiente, pensó, cuando se trataba de huir del frío.
- ¿Estáis seguro, señor? Dicen que las pesadillas se adueñan de todo el que vuelve su mirada hacia el fondo. Para siempre, no hay manera de librarse de ellas. Y siempre es mucho tiempo.
«No lo sabes bien.» Aquello era lo único de interés que había soltado el Custodio por su boca desde que llegara. La Grieta se encontraba ya solo a una carrera. Quince pasos. Avanzó.
- No temo a las pesadillas. – No temo a nada, se dijo, esbozando una sonrisa sesgada al amparo de la oscuridad del embozo. - ¿Vos si?
- Los Custodios no dormimos, señor. Jamás bajamos la guardia, jamás dormimos, jamás soñamos.
- Eso dicen las leyendas.
- Las leyendas y la realidad.
- Ya.
Cinco pasos. Una columna de aire helado surgía del vacío que tenía ante él, podía sentir sus dientes clavándosele en la piel. Se obligó a sí mismo a continuar pero sus pies se negaron.
No obstante, no era miedo. El chico lo sabía. Se conocía demasiado bien para no comprender lo que ocurría. Principio de autoconservación. Cuantas veces se había obligado a ignorarlo para mantenerse con vida. Esa vez solo era una de tantas. Siguió andando. Dos pasos. Uno.
Adelantando la bota derecha para afianzarse al borde, Christien prendió sus ojos con las llamas heladas que sacudían el fondo del mundo conocido. Centenares de kilómetros se perdían verticalmente en dirección al infinito; solo los copos de nieve se atrevían a flotar, a quebrar el aire límpido y helado con su presencia.
Y entonces acudió el rayo. Surgiendo de la Grieta, no pudo apartarse a tiempo. El joven tembló un segundo cuando el chorro de energía le erizó hasta el último cabello del cuerpo. Portaría aquel escalofrío en su piel el resto de sus días como un tatuaje, era plenamente consciente de ello.
Abrió los ojos.
- ¿Está bien, señor? Por un momento pensé que se precipitaría al vacío. Si me permite ser impertinente, se lo avisé.
- Estoy perfectamente, he visto abismos más profundos.
Pero no más claros, más impolutos, más puros. Hay algo que diferencia este lugar del resto del mundo y no pararé hasta averiguar que es.
- Imposible. Lo dicen los mapas. Si se refiere al abismo llamado Mundo, nadie sabe con seguridad su profundidad pero…
Yo si lo sé. Pero no es eso a lo que me refiero. Sus ojos color esmeralda centellearon.
- El abismo del que te hablo no sale en los mapas. Está maldito. Nadie se ha atrevido nunca a explorarlo por temor a lo que pudiera encontrar. Es el hogar de la oscuridad, de la noche. Del miedo.
- ¿Dónde… donde se encuentra ese infierno?
« Dentro de mí.»
- Lejos, muy lejos. 

2 comentarios:

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