A sus espaldas la gente gritaba, lanzaba vítores. En las almenas los soldados chocaban espadas y escudos, reían y aplaudían por la victoria. No entendía absolutamente nada. No entendía que sentirse como se estaba sintiendo en ese instante fuera sinónimo de victoria. Las botas de Robin se hundían en una nieve que había dejado de ser blanca. Ahora rezumaba un color rojo y un olor desagradable. Un olor que le hacía llorar los ojos.
Robin
giró en derredor, el arco se escurrió entre sus manos y chocó
contra la nieve roja con un crujido sordo. Lanzas y espadas rotas
florecían por todas partes, armaduras de cuero, hierro y lana entre
las que se colaba el viento cada vez más frío del atardecer.
—
Mirarás
atrás y verás tiradas por el suelo todas tus decisiones. Las
correctas y las erróneas. Como fragmentos de un cristal hecho
pedazos contemplarás las oportunidades que has dejado pasar, los
lazos rotos, las vidas que aún permanecen. La responsabilidad de
todo lo que ocurra planeará como un buitre sobre ti, los caminos no
escogidos sembrarán un rastro que solamente te llevará a un lugar.
—
¿Adónde?
—
Aquí
y ahora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
El reflejo de tu alma...