29 de abril de 2010

Lloró.

Era un plan tan absurdo que a nadie se le habría ocurrido. Sin hacer ruido avanzó por el pasillo, a oscuras. Cuando llegó ante la puerta introdujo la llave en la cerradura y entró. Despacito, volvió a cerrar tras de sí. Que nadie se enterara.

Cuatro paredes de piedra. Una ventana con rejas. Un montón de paja en una esquina. Sentado contra el frío muro, se tapó los oídos con fuerza y apretó los ojos hasta que le dolieron. Y siguió apretando. Un pitido le taladró la mente sin piedad.

No quería verse, no quería oírse, no quería sentirse… pero no pudo evitarlo, solo en aquella absoluta oscuridad…

Lloró.

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