12 de marzo de 2012

A jugar.

- No vas por el buen camino, chico. Estás equivocado si crees que con tu tozudez conseguirás todo lo que quieres, estás confundido si piensas que…
- Cállate. – respiró hondo. – Cierra la puta boca.
- ¿Cómo dices?
No podía haber oído bien. Y es que en su corta vida nadie había osado nunca hablarle de aquel modo. Nadie le había levantado jamás la voz. Pero para todo hay una primera vez, pensó el reo, pues sabía leer en la pálida cara del príncipe como si fuera un libro abierto.
- No me des lecciones. No te he pedido ningún consejo. No finjas – el chico, levantándose con agilidad del suelo cubierto de vomito, se aproximó a las rejas de la celda. – que me conoces, cuando ni siquiera te conoces a ti mismo.
Dos fornidos soldados, con la piel bronceada y un par de espadas cortas al cinto, no perdieron un segundo en retirar al joven príncipe de la cercanía del mendigo. No consiguieron sin embargo su objetivo. Las palabras del desconocido seguían navegando por la mente del niño con corona de ónice, cada vez más cerca del puerto.
- Nunca has hecho nada por ti mismo. Nunca has caminado solo por el mundo, es más, dudo que sepas limpiarte el culo sin ayuda. No niño, no me des lecc…
- ¡CALLATE!
Lo había logrado. Tímidas lágrimas corrían por las empolvadas mejillas del príncipe, perdiéndose en las arrugas que producían sus labios levemente fruncidos.
- Le elijo a él – susurró.
- Pero mi príncipe, no es más que un escuálido mocoso…
- Le elijo a él, he dicho.
Abandonó la mazmorra sonriendo discretamente. Proyectar sus propios temores sobre aquel imbécil había funcionado. Mijail estaría orgulloso de él. Robin, por el contrario, lloraría. Seguro. Pero eso ahora daba igual.
¿Conocía realmente a alguna de esas dos personas? ¿Conocía de verdad a alguna de las personas que se habían cruzado en su vida? ¿Podía fiarse de ellas? Y lo más importante… ¿podía fiarse de sí mismo?
Rió. Eso ahora mismo le importaba una mierda. Por fin era parte del juego, por fin tendría la oportunidad de demostrarle al mundo que no era ningún imbécil, que si estaba vivo no era por casualidad… que él solo se bastaba para sobrevivir.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario

El reflejo de tu alma...