5 de marzo de 2012

Vestigios.

La tormenta amenazaba con reventar el cielo, dejando caer sobre ellos las millones de gotas, de esquirlas, que lo habían compuesto hasta entonces. Los truenos, afiladas cuchillas de acero eléctrico, hendían la oscuridad a su antojo, libres, desafiantes.
- ¿Sabes? – desembarazándose de los helechos que se adherían a sus piernas empapadas, el muchacho trataba de imponer su voz a la de la tormenta. – ya no creo en nada más que en mi mismo pero…
Miró hacia atrás. La forma de la persona que le acompañaba se recortaba contra la lluvia. Con el pelo enredado, cubierto de hierba, barro y sangre, le devolvió la mirada. Pese a todo, pese a las magulladuras, las heridas y el estar calada hasta los huesos, sonrió. Le escuchaba.
Él negó con la cabeza. Jared no estaba para sonrisas pero sus labios no opinaban lo mismo. Como si tuvieran vida propia, tomaron las riendas de la situación.
» Pero hubo un tiempo en que sí. Hubo un tiempo en el que Dios me dio cobijo. Me abrigó, cuidó de que mi infancia fuera… bueno, de que tuviera una infancia. Eso acabó el mismo día en el que me escapé de casa, por supuesto.
La forma en la que pronunció la palabra “casa”, el cómo bajó los ojos al suelo embarrado,  arrastrando la pierna dolorida y poniéndose de nuevo andar. No le pasó desapercibida la manera en la que una fina grieta carcomió su frente bajo el flequillo. Robin sabía leer las señales. Leer las señales, callar y escucharlas.
- Pero quedan vestigios. Siempre que cambiamos, que evolucionamos, siempre el pasado nos deja un recuerdo. El mío fue… que todo pasa por algo.
- ¿Cómo esta tormenta?
- Como esta tormenta. Como la emboscada. Como el hecho de que Bred haya muerto pateado por su propio corcel. Le encantaban los terrones de azúcar, ¿lo sabías? Igual que a Terrón. Lo alimentaba todos los días, como apreciaba Bred a ese animal… y ahora…
- Lo siento.
- Todo pasa por algo. A lo mejor no lo vemos a simple vista pero tarde o temprano captamos la lección.  El destino nos pone trabas para que aprendamos a avanzar, a no desistir. Hasta tu presencia tiene una finalidad, Robin.
A pesar del frío, la joven se detuvo. Callada, sorprendida. ¿De qué estaba hablando? Tratando de escurrir un poco su melena pelirroja, la muchacha del pelo oxidado no pudo esperar más.
- ¿Qué finalidad tengo yo?
- No lo sé con certeza, pero…
- ¿Qué finalidad crees que tengo yo? – repitió.
Quizá fuera la lluvia, el frío, la humedad, el viento, o simplemente que Jared era humano, pero susurró las palabras como si lo que decía fuera evidente, una verdad universal.
- El destino te puso en mi camino para enseñarme que no debía rendirme jamás, que siempre hay una salida… el destino te puso en mi camino para mostrarme que aun hay en el mundo cosas bellas por las que vale la pena luchar.

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