12 de junio de 2012

Una de tantas.

Todo comenzó siendo un juego.
- Me parece que vuelvo a ganar, amigos míos.
Con la risa en la mirada, mostró sus cartas y estiró las manos para acoger en sus brazos  el buen montón de monedas que acabara de ganar. ¿Qué llevaba un rato haciendo trampas? Era cierto. ¿Qué ninguno de aquellos inútiles se había dado cuenta? También.
Pero para Christien, ese hecho solo le hacía merecer aun más ser el ganador. Más que la victoria, lo que realmente tenia merito era ser capaz de engañar a cinco personas durante tanto tiempo. Hasta ahora.
- Imposible. – Hunt, el de las manos enormes, le perforó con los ojos mientras volvía a repetirlo. – Imposible.
- ¿Perdona? ¿Acaso dudas de mí…?
- Antes de comenzar la partida he retirado algunas cartas. Esta partida era imposible de ganar, Christien.
Maldito imbécil. Treewolf se mordió la lengua con disimulo: era hora de largarse.
- Y sin embargo he ganado. He ganado cuando era imposible ganar, lo que me hace todavía más merecido ganador. No obstante, soy buena persona así que me retiro solo con la mitad del dinero. Y ahora, si me disculpáis…
- Derick, Cobb, acompañarle a la salida, gracias.
- No hace falta, en ser…
Con un empellón, Cobb le sacó fuera del campamento mientras Derick evitaba que besara el suelo demasiado pronto. Unos metros más allá de las antorchas, cuando Christien pensaba que podría escaquearse entre las sombras, llegó el primer puñetazo.
Su mandíbula cedió al instante a la vez que el golpe de una bota en la cara le partía la nariz. Nunca supo cómo había llegado tan rápido al encuentro del barro. Notó a la perfección como otra patada rompía un par de costillas, las cuales perforaron el pulmón derecho… pero no fue eso lo que acabó con él. La pedrada en la nunca, cuando intentaba levantarse. Eso si le mató.
***
Un quejido. Pasos. Silencio. La respiración entrecortada de un niño. Más pasos. Alguien retirándole el pelo cubierto de sangre. Ese mismo alguien buscándole el pulso. Encontrándolo.
Apenas pudo mirar a su salvador con los ojos velados. La mandíbula suelta solo le permitió soltar un gruñido.
- ¿Está bien, señor?
Era una niña. Con el pelo sucio y las mejillas tiznadas, sus pequeñas manos temblaban.
- He… he pasado momentos mejores, la verdad.
¿Cómo había llegado su brazo a esa posición tan antinatural? Con un crujido volvió a colocar el hombro en su sitio.
- ¿Duele morir, señor? – susurró la niña.
Lo sabía. Aquella niña desconocida sabía lo que había pasado y pese a que no podía permitirlo, Christien decidió que le importaba una mierda lo que supiera. Escupió sangre y rió.
- Solo la primera vez, niña… solo la primera vez.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario

El reflejo de tu alma...