Día
cuatro tras la muerte de mi padre:
Sigo
estando roto por dentro. El dolor me sacude cada noche, cada amanecer que
permanezco en el camino. No es solo la muerte, es el abandono, es la soledad.
No podía seguir viviendo en aquel lugar… ni siquiera me he despedido de Ithan,
de Colette. Se las arreglarán bien sin mí, seguro.
¿Soy
un cobarde por huir? Una parte de mi me dice que debería haberme quedado, haber
ayudado a recomponer los trozos de todos aquellos que, como yo, sufrieron su
perdida. No obstante, algo en mi interior me asegura que estoy en el camino
correcto, que los sentimientos que durante años han estado latentes necesitan
al fin ser liberados.
Es
el cuarto día que viajo, sin descanso, hacia el sur. La fortaleza de Cielogrís
hace tiempo que desapareció tras de mí, engullida por el horizonte. Padre tenía
amigos en la capital, he de encontrarlos, ellos tendrán las respuestas que
ansío…
Y
luego está lo otro. Tengo miedo de
escribirlo, de pensarlo siquiera. Como si pudiera vivir ignorando que llevo
cuatro días sin dormir. Desde la explosión que me sacudió por dentro el día
cero de mi nueva vida no he dormido ni un solo instante. ¿El trauma, quizás? No
estoy seguro. Tan solo sé que cierro los ojos y sueño. No sueños normales,
sueños… desde fuera. Encuentro dificultades para explicarlo, es como si el
sueño le ocurriera a otro, como si yo solo fuera un simple espectador.
Tengo
miedo. ¿Cuánto puede aguantar alguien sin dormir? Estoy tan cansado… tengo que
encontrar a los amigos de mi padre, ellos me darán las respuestas que necesito.
Tengo miedo. De mis sueños, de la muerte, de mi mismo. ¿En qué me estoy
convirtiendo?
Y
por último está él. El chico de los ojos tatuados. No le he visto nunca, pero
sin embargo…
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