29 de octubre de 2012

El chico de los ojos tatuados.

Día cuatro tras la muerte de mi padre:

Sigo estando roto por dentro. El dolor me sacude cada noche, cada amanecer que permanezco en el camino. No es solo la muerte, es el abandono, es la soledad. No podía seguir viviendo en aquel lugar… ni siquiera me he despedido de Ithan, de Colette. Se las arreglarán bien sin mí, seguro.

¿Soy un cobarde por huir? Una parte de mi me dice que debería haberme quedado, haber ayudado a recomponer los trozos de todos aquellos que, como yo, sufrieron su perdida. No obstante, algo en mi interior me asegura que estoy en el camino correcto, que los sentimientos que durante años han estado latentes necesitan al fin ser liberados.

Es el cuarto día que viajo, sin descanso, hacia el sur. La fortaleza de Cielogrís hace tiempo que desapareció tras de mí, engullida por el horizonte. Padre tenía amigos en la capital, he de encontrarlos, ellos tendrán las respuestas que ansío…

Y luego está lo otro. Tengo miedo de escribirlo, de pensarlo siquiera. Como si pudiera vivir ignorando que llevo cuatro días sin dormir. Desde la explosión que me sacudió por dentro el día cero de mi nueva vida no he dormido ni un solo instante. ¿El trauma, quizás? No estoy seguro. Tan solo sé que cierro los ojos y sueño. No sueños normales, sueños… desde fuera. Encuentro dificultades para explicarlo, es como si el sueño le ocurriera a otro, como si yo solo fuera un simple espectador.

Tengo miedo. ¿Cuánto puede aguantar alguien sin dormir? Estoy tan cansado… tengo que encontrar a los amigos de mi padre, ellos me darán las respuestas que necesito. Tengo miedo. De mis sueños, de la muerte, de mi mismo. ¿En qué me estoy convirtiendo?

Y por último está él. El chico de los ojos tatuados. No le he visto nunca, pero sin embargo…

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