18 de noviembre de 2012

Nunca seremos los mismos.

- Dicen que hay tesoros escondidos.
- Y fantasmas…
- No existen los fantasmas.
- Ni los tesoros…
Elfond bufó. Era imposible razonar con él. Por más que intentaba sacarle de su realidad difusa y rutinaria, su hermano pequeño hacía valer una mentalidad impropia para alguien de su edad. No obstante, no cejó en su intento.
- Tan solo exploraremos un rato, estaremos de vuelta para la hora de cenar,
- ¿Y si hay demonios? – el muchacho dio un paso atrás, alejándose de la cueva.
- ¿No existen los tesoros pero si los demonios?
Christien asintió en silencio, cada vez más asustado.
- Eres un cobarde, hermano. Y papa odia a los cobardes. Yo voy a entrar… y no creo que quieras quedarte aquí solo. No sé si existen los fantasmas o los demonios pero los lobos si son bien reales.
Avanzando a zancadas rápidas Elfond alcanzó la entrada de la caverna excavada en la roca. La penumbra invernal acechaba en el interior, su respiración levantando nubecillas en el ambiente helado.
- ¿Vienes o no? – llamó por última vez, girándose.
Pero no hizo falta alzar la voz. Antes de que terminara de darse la vuelta se encontró con que su hermano estaba a su lado.
- Que valiente te has vuelto de repente, Christien.
- No soy valiente… pero no pienso dejarte ir solo, hermano.

Vivimos esperando el cambio. Ese instante, ese momento, ese segundo que lo cambie todo, que te haga dar un paso adelante, crecer, evolucionar. Es apenas una chispa en la tormenta, pero sin embargo, puede revolucionarlo todo. Y es que si la chispa crece sin control, alimentada por el miedo o la incertidumbre, el caos amenazará con volverte loco y el fuego… el fuego con consumirte. 

1 comentario:

  1. Ha sido muy bueno lo del principio, el sí que sabe como darle la vuelta a las cosas.

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El reflejo de tu alma...