Lo único más oscuro que aquel callejón era el alma del primer hombre.
- Se llama Sophia. Pertenece a una de las tres familias más poderosas
de la ciudad, la necesitamos.
El corazón del segundo hombre, sin embargo, solo albergaba dudas y
miedo.
- ¿Qué buscamos exactamente? – musitó mientras volvía a otear las
estribaciones de la calle principal.
- Su padre es armero. Creemos que el rey calavera ha recurrido a él
para abastecer las tropas del norte. Necesitamos saber donde oculta las armas,
imagina lo bien que nos vendrían, J.
« ¿Para qué querré yo un arma? » Palpándose el cuchillo que portaba al
cinturón, frunció los labios.
- No dudo de ti, muchacho, pero ya no hay vuelta atrás. Si quieres
pertenecer a esto no puedes permitirte fallar. Necesitamos esa información y
luego tendrás que matarla. Es ella o tú, lo entiendes, ¿no?
No. No lo entendía. Pero no sobreviviría a los tiempos venideros
estando solo.
- Lo entiendo.
Y de repente el chillido de una rata, pasos. Una voz dulce tarareando
una canción infantil. Su destino estaba a la vuelta de la esquina. Suspiró, mirándose
las manos.
- Lo harás. – No era esta vez una pregunta sino una afirmación. Era
ella o él.
- Lo haré.
Dejando atrás el callejón oculto en las sombras, esperó a la joven en
el portal con un único pensamiento:
« ¿En que se estaba convirtiendo?»
Inherente
en nuestra naturaleza está el ansia de pertenecer a algo. Dejar atrás la
soledad del camino a cambio de la paz que ofrece un alto al fuego.
Es instinto de supervivencia, el individuo solo perece mientras el grupo, la
familia, sale adelante, más fuerte cada vez. Y es el deseo de ser parte de algo
el que puede llegar a trastocarnos, a hacernos olvidar de verdad lo que somos,
quienes somos.
Y a cambio de pertenecer a algo vendío su alama para ser nadie.
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