10 de junio de 2013

Muros y oscuridad.


- Entonces dices… ¿Qué hay más gente como yo?
Estirando el cuello hacía atrás, Christien abre una brecha sangrienta en la garganta de la mujer. Tapando su boca para que ningún grito o gimoteo escape de sus labios, el hombre contempla como la sangre se desliza rápidamente cuello abajo, dibujando lágrimas rojas en su piel.
- No estás solo. Ellos, por alguna razón u otra, también son piezas que no encajan en el rompecabezas. Al igual que tú, ellos también están perdidos, no son capaces de encontrar el camino en el infinito laberinto que compone su alma. Al igual que tú, solo son ven muros. Muros y oscuridad.
En completo silencio, Seryen observa su reflejo desnudo en el espejo mientras sus extraordinarias pupilas verticales le devuelven la mirada sin pestañear. Su corazón aún se acelera al ver el ser en el que se había convertido. ¿Quién era ella? ¿De dónde venía? Debía encontrar las respuestas a aquellas preguntas, y ese hecho, era lo único que la mantenía erguida en aquellos momentos. Suspiró. Al otro lado de la habitación su cliente había llegado, era hora de trabajar.
- Tal vez estemos destinados a ello – contestó el muchacho – quizá no podamos existir de otra manera. Quizá esa sea la razón por la que seguimos vivos.
La lluvia empapa su cabello rizado, adhiriéndolo a la frente, impidiéndole la visión. Se había visto obligado a retrasar la marcha; con el chaparrón, el camino se hubo convertido en un cenagal lleno de ramas y piedras ocultas. Su caballo negro andaba con cuidado, sin perder la elegancia.
- ¿Es él? – sus ojos azules estudiaron las facciones de su interlocutor atentamente, no necesitando de esta manera una respuesta para confirmar sus suposiciones. – Es él.
- Otra mujer, joven y rubia. Degollada. Las paredes de la casa gozaban de los dibujos de siempre. Hechos con sangre, allí estaban la cueva, los dos chicos…
- Conozco los detalles, gracias.
- No. Esta vez ha habido una diferencia.
Por el tono del hombre, supo que no eran buenas noticias.
- ¿Qué ha pasado?
- Bueno… - dudó – tiene que ver contigo.
- ¿Conmigo?
- En los antebrazos de la mujer, escrito con el filo de un cuchillo… aparecía tu nombre.
Elfond espoleó su montura. Aquella era la forma que tenía su hermano de decirle que todas las muertes ocurridas eran culpa suya.
- No lo entiendes. Tienes que encontrarlos, Jared. Toda esa gente está perdida, olvidada. Solo entre vosotros podéis encontrar la forma de escapar, de volver a la realidad. Ayúdalos, muchacho, ayúdalos… y te ayudarás a ti mismo. 

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