Primero
viene el frío. El aire avanza rápidamente por la tráquea hasta alcanzar los
pulmones. Helado, agudo y doloroso, el oxígeno se clava en cada uno de los alvéolos, pulverizándolos, arrancándoles lamentos de dolor. Estás respirando de nuevo, sí, pero es la misma esencia del invierno lo que te inunda.
Los
párpados tiemblan, ¿escalofríos o emoción? La sangre, hasta el momento
detenida, coagulada, muerta, despierta de golpe y recuerda su cometido. El
empuje del corazón ha renacido, al principio dubitativo, luego con más
seguridad. La piel cobra de nuevo color, sí, pero es la misma esencia del fuego
quien te da vida.
La
pesadez de la no existencia poco a poco desaparece. El número escalones
ascendidos desde el pozo de la muerte aumenta paso a paso. La mente regresa con
un resplandor, la chispa que pone un organismo en marcha vuelve a estar dentro
de ti.
Nunca
sabrás como ha pasado pero aquí estas.
Has
regresado.
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