24 de abril de 2012

Tú sabes de realidad, yo de leyendas.

El emplasto, de repugnante olor amargo, era tan denso que absorbía sin dificultad la tenue luz del atardecer.
- ¿Qué coño es eso, Íleon?
- ¿Y ese vocabulario? ¿Es que no te han enseñado a hablar bien en Roca de Cielo?
- Llevo demasiado tiempo contigo, me has pegado tu hablar de campesino.
El muchacho rió, con las manos embadurnadas del jugo negruzco. Con desparpajo y sin previo aviso se las llevó a la cabeza y comenzó a mesarse el tupido cabello pelirrojo.
No hacia tanto que se conocían. Pese a que Jared no fuera más que un niño, Íleon era aun más pequeño. Algunas pecas salteaban su rostro pícaro, de rasgos suaves pero astutos. Un brillo de desconfianza resplandecía permanentemente en sus ojos.
- Hay lugares en los que los petirrojos no somos bien recibidos, ¿no lo sabías? – asomándose al cauce del riachuelo se aseguraba de que cualquier resquicio de color quedara perfectamente oscurecido. El discurrir del agua ahogaba su voz casi por completo pero no parecía darse cuenta; era Jared quien tenía que hacer el esfuerzo por escucharle, su voz seguía siendo un susurro.
- ¿Qué tienen en Dos Coronas en contra de los petirrojos?
A menudo le gustaba referirse a sí mismo con el nombre de aquella ave. Aparte de la similitud rojiza, Jared desconocía la verdadera razón.
- ¿De verdad que no lo sabes? Y luego yo soy el campesino inculto, ¿no?
- En Roca de Cielo no nos enseñan cuentos.
- ¿Cuentos? – Ahora sí, se giró para mirarle directamente a los ojos – Los cientos de petirrojos que acabaron ahorcados en la plaza de esa ciudad no son ningún cuento, pero sí que murieron por uno. – Bajó más la voz – Dracomicon, Jared. ¿Tampoco te hablaron de ellos?
El niño sacudió a un lado y a otro sus mechones rubio pajizo. Era la primera vez en su vida que oía aquella palabra.
- Dracomi…
- Cállate. No la pronuncies. No está bien que alguien educado en la fe se manche la boca con semejantes palabras. Nadie sabe lo que eran exactamente. Bestias nacidas del fuego, monstruos nacidos del abismo llamado Mundo, a miles de kilómetros de aquí. El único punto en el que todos estaban de acuerdo era en su forma. Nariz afilada, cabello de llamas rojas. Nadie sabía nada más de ellos… salvo que eran peligrosos y que por ello, debían ser destruidos.
- Nadie me había contado esa historia nunca, pero…
- Tú sabes de realidad, yo de leyendas. No hay más que hablar. – Se terminó de escurrir el pelo y se incorporó – Ahora hay que dejarlo secar, mañana seré tan rubio como tú.
Pero Jared ya no le escuchaba. Dracomicon.
- Quizá todos los que murieron en la horca fueran dra… fueran bestias como las que dices.
- No, Jared. No trates de justificar actos injustificables. Eran personas. Petirrojos. Personas inocentes.
- Lo que yo decía. – musitó. – No hay monstruo ni bestia más peligrosa que las personas. 

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