Y dibujando un arco en
el muro de piedra, millares de gotas de sangre ilustraron la muerte del primer
hombre. Apenas si quedaba una masa sanguinolenta donde segundos antes se había encontrado
su cabeza, convertida en un esperpento de sí misma bajo el peso del enorme
martillo de acero.
- Ahí va tu apuesta, ¿no,
Helton?
Entre los gritos de la
multitud, la risa de Quéstar Ritz le perforó los oídos. Un par de asientos más
allá, Helton vociferaba insultos y maldiciones mientras restallaba contra su
asiento los grilletes que le mantenían preso.
Jared no podía moverse.
Era incapaz de apartar la mirada del cadáver que ya se pudría, solamente a unos
metros. La saliva huidiza, temerosa de salir san siquiera a recorrer sus
labios, secos por el aire caliente que bullía con sabor a muerte.
¿Eso era todo lo que
quedaría de él?, pensó con lentitud. No estaba preparado para morir, pues claro
que no lo estaba, y menos de aquella manera…
- Si te permites el lujo
de tener miedo, muchacho, al menos no dejes que los demás lo vean.
La voz le alcanzó con
tranquila serenidad, proveniente de algún lugar detrás de él. No se giró, no
tenía fuerzas, más no por ello la voz dejó de hablarle.
- Deja de mirar el cadáver,
céntrate en el asesino. Mira cómo se mueve, está hambriento de sangre pero
agotado. Completamente agotado. – A duras penas, Jared logró enfocar la vista
en el hombre del martillo de hierro. Era cierto, Su respiración, acelerada,
hacia retumbar su enorme pecho, fuerte como un roble – Y en la Arena,
completamente agotado significa completamente muerto.
Mientras las palabras
salían de los labios del desconocido, un enorme león blanco se abalanzaba sobre
el hombre, quien, demasiado cansado, demasiado lento para interponer el arma y
asentar bien los pies, cayó bajo el peso del animal.
- Y ya solo quedan dos.
Mordiscos, rugidos y
zarpazos. Y la sangre borboteando. Borboteando por todas partes. No había más…
aunque J. aun no se había dado cuenta: el desconocido no dejaba de hablar, con
una voz suave más propia de alguien recién levantado que de un preso que
observa lo que con seguridad, será su horrible destino.
- ¿Sabes por qué están
muertos, muchacho? Simple y llanamente porque no han aprendido su rol. Cuando
alguien decide convertirse en soldado debe hacerlo sabiendo que va a morir,
sabiendo que su rol, su destino, su sentido irrefutable y más seguro… es la
muerte. Debe hacerlo sabiendo que todo lo que antes era, todo lo que es, ha
cambiado; que no puede aferrase a nadie ni a nada, que debe olvidar. Debe
olvidar porque está muerto. En vida pero muerto. Esos imbéciles de ahí abajo son
los soldados de las alcantarillas. Soldados estúpidos que no han aprendido cuál
es su posición en todo esto, que han decidido negarse a sí mismos lo que son,
su verdadera naturaleza. Viven algo que no existe, Jared. Se han imaginado una
realidad alternativa en la que ellos reinan, ellos ganan, ellos viven…
irrealidad, la llaman. ¿Y sabes por qué tú vas a sobrevivir? Porque has
aprendido que vas a morir, porque cualquier otra posibilidad es simple y
llanamente imposible.
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