17 de agosto de 2013

Confirmación

Se posó sobre el suelo de piedra del balcón sin hacer ruido. Esperó unos segundos, oculto antes de revelar su presencia, observando a aquel hombre que, débil y consumido, le había dado caza hasta entonces. Podía notar en el ambiente una turbación, una vibración eléctrica del aire entre los dos. Sabía que algún día tendrían que matarse el uno al otro. El equilibrio no podría mantenerse mientras ambos siguieran con vida. Suspiró.
Como disfrutaría ese momento.
- Hola hermano.
De espaldas a él, apoyado sobre la balaustrada, no consideró volverse. Elfond dio otro trago de vino mientras dejaba vagar la mirada por el firmamento estrellado. La barba mal recortada, el cabello sucio. Su postura le revelaba a Christien lo acabado y roto que estaba.
- ¿Qué haces aquí? Tendré que avisar a la guardia de que has venido, lo sabes, ¿no?
- Por supuesto. No esperaba menos de ti, hermano.
Hermano. Le encantaba usar aquella palabra, pero siempre desprovista de cualquier entonación, neutra, distante. Una forma de alejarse del vínculo que les unía.
- Bien.
Silencio. Elfond dio otro trago. La torre era demasiado alta para que le alcanzaran los sonidos de la calle, pero a lo lejos eran visibles las luces de la feria del invierno. Ambos eran capaces de imaginarse el bullicio, intentando de esta forma ahogar la presencia del otro.
- He venido por Dianne.
Elfond suspiró. Era indescriptible el dolor que le producía oír el  nombre de su hermana.
- El funeral fue hace una semana, Christien.
- No vengo por eso. – Christien dio otro paso en dirección a su hermano. – He venido a averiguar quién la mató.  
- También llegas tarde para eso. Nadie vio nada. Solo… - se frotó la frente con la mano derecha, cansado – A uno de los jardineros le pareció ver a alguien saliendo a hurtadillas por la puerta oeste de las cocinas. Llevaba capucha y no vio nada, pero por la forma de andar dijo que se trataba de una mujer.
El alcohol, o quizá fuera la melancolía, le había liberado la lengua. Casi hubo olvidado que era con su hermano con quien hablaba.
- ¿Pero sabes que es lo más extraño? Volví a hablar con ese hombre en privado, pensaba que sin la presión de la casa real encima se mostraría más dispuesto a testificar. Cualquier detalle podría ser importante y bueno…
- ¿Qué te dijo? – susurraron las sombras.
- Me dijo que, de algún modo, la mujer notó que la observaban y antes de irse… se giró. Se giró y le miró directamente a los ojos. Y las pupilas de esos ojos eran verticales.
Christien estrechó los ojos hasta convertirlos en dos finas rendijas verdes, pero Elfond no atisbó su reacción, hundido en el relato como estaba.
- Gracias a Dios que tamaña estupidez solo me la contó a mí. Tuvo que ser una alucinación, y si el imbécil se imaginó eso bien pudo habérselo imaginado todo.
Dando media vuelta, Christien se dispuso a marcharse. Era todo lo que necesitaba. Sus peores temores se habían visto confirmados. El callejón sin salida que era su vida se estrechaba más y más.
- Christien.
- Me voy, hermano. Gracias por la ayuda.
- Véngala. – Por fin Elfond se volvió, dirigiéndole una mirada perdida, implorante, pero decidida.
- Ya lo he hecho. – Respondió con una media sonrisa sin pizca de alegría.
- ¿Qué? ¿Y a que has venido entonces?

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