Oía su sonrisa latir por debajo del silencio con la
naturaleza constante e inalterable del metrónomo que nunca se para. No quería matarte. No
quería secuestrarte. No quería robarte, violarte, dañarte. Solo quería mirarte.
En silencio, sin pestañear, día tras día durante toda la eternidad. Era un
sentimiento extraño y no tenía ni la más remota idea de cómo había llegado
hasta mi.
- ¿Cómo lo hacen, Logan?
¿Cómo consiguen que me acueste mortal y me despierte invencible?
- Te lo he dicho muchas
veces – respondió mientras desplazaba un enorme barril de madera hasta la
bodega – No tengo ni idea. Nadie lo sabe. Simplemente ocurre y no debes hacer
preguntas. Solo dales las gracias en silencio.
- ¿Pero como sabemos que
seguimos siendo las mismas personas que llegaron hasta aquí? ¿Cómo sabemos que
no nos cambiaron por dentro?
- No lo sabemos. El
precio a pagar por la vida eterna es nuestra memoria. Es imposible saber
quienes éramos antes, si somos los mismos que somos ahora.
No era imposible porque
yo lo sabía. Suspiré. Agité la cabeza un par de veces para alejar aquellos
pensamientos de mi cabeza. Nunca había sentido lo que sentía en aquellos
momentos, estaba completamente seguro. Una única pregunta ensombrecía mi mente,
¿podría tu sonrisa limpiar la sangre que manchaba mis manos?
C.T.
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El reflejo de tu alma...