3 de febrero de 2015

03/02/15

Oía su sonrisa latir por debajo del silencio con la naturaleza constante e inalterable del metrónomo que nunca se para. No quería matarte. No quería secuestrarte. No quería robarte, violarte, dañarte. Solo quería mirarte. En silencio, sin pestañear, día tras día durante toda la eternidad. Era un sentimiento extraño y no tenía ni la más remota idea de cómo había llegado hasta mi.
- ¿Cómo lo hacen, Logan? ¿Cómo consiguen que me acueste mortal y me despierte invencible?
- Te lo he dicho muchas veces – respondió mientras desplazaba un enorme barril de madera hasta la bodega – No tengo ni idea. Nadie lo sabe. Simplemente ocurre y no debes hacer preguntas. Solo dales las gracias en silencio.
- ¿Pero como sabemos que seguimos siendo las mismas personas que llegaron hasta aquí? ¿Cómo sabemos que no nos cambiaron por dentro?
- No lo sabemos. El precio a pagar por la vida eterna es nuestra memoria. Es imposible saber quienes éramos antes, si somos los mismos que somos ahora.
No era imposible porque yo lo sabía. Suspiré. Agité la cabeza un par de veces para alejar aquellos pensamientos de mi cabeza. Nunca había sentido lo que sentía en aquellos momentos, estaba completamente seguro. Una única pregunta ensombrecía mi mente, ¿podría tu sonrisa limpiar la sangre que manchaba mis manos?

C.T.

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