Pese a que el frío le
rodeaba por completo como una mortaja, su cuerpo era puro fuego. Acuclillándose,
intentó forzar el aire a entrar en sus pulmones desgastados. Resopló, la
respiración sibilante por el esfuerzo. Estaba agotado. Se llevó una mano a la
frente para calibrar cuanto tiempo debía quedarle pero al momento la retiró con
un espasmo. Ardía. Aquello no iba nada bien y era plenamente consciente de
ello.
Al fondo en la noche reverberó
el aullido hambriento del lobo. Christien se giró en redondo, la fiebre
pintando de desesperación sus candentes ojos verdes.
- Bosque Brumoso es
peligroso por la noche – canturreó con voz aguda – No debes entrar allí.
» Las últimas palabras
de aquel granjero acudían raudas a sus labios una y otra vez. Aún podía oír el borboteo
de la sangre al manar de su cuello pero semejante sonido no era suficiente para
ahogarlas por completo.
- Pues sí, el dichoso
Bosque Brumoso es peligroso por la noche. Maldito viejo, si lo llego a saber te
arranco la lengua antes de cortarte la garganta, al menos no tendría tu insulsa
voz metida en mi cabeza.
Christien gritó. Se
agachó y se incorporó, tironeándose de un cabello empecinado en adherirse
sudoroso a su frente. Volvió a gritar al aire frío de la noche pero un sonido
cercenó su chillido de cuajo.
Enseñándole los dientes
a la oscuridad, observó lentamente alrededor. Los árboles, de delgada y raquítica
corteza gris, le cercaban por doquier mientras la bruma, espesa y viscosa,
apenas le dejaba ver el suelo a sus pies. Una alfombra de hojas rojas aparecía
y desaparecía entre los jirones de niebla como terribles heridas abiertas.
No estaba solo,
Christien Treewolf podía sentirlo. Llevando la mano al fino cuchillo que pendía
del cinturón, se preparó para el ataque a la vez que el viento silbaba entre la
floresta. Quizá habían encontrado su rastro. Quizá le habían seguido hasta
aquella granja, encontraron sus huellas en el barro y ahora estaban allí.
» Ah no, de ninguna
manera volveré a esa apestosa celda. Ni ahora ni nunca.
Y en un arranque de
locura, echó a correr. Apartó las ramas que se lanzaban a su paso sin frenar ni
un segundo su avance. Volvió a oír el sonido, esta vez más cerca. Estaba
perdido, podía sentir sus ojos vigilantes detrás de él. No quedaba tiempo.
Maldijo a su hermano, primero mentalmente y luego a voz en grito. Jamás se
dejaría atrapar, jamás, jamás, jamás…
Tropezó.
El golpe contra el suelo
fue duro y no pudo evitar que el cuchillo volara de sus manos y se perdiera en
las profundidades de la niebla. Echándose de espaldas sobre la tierra mojada,
se preparó.
Nunca olvidaría lo que
vio a continuación. Enroscándose sobre sí misma, la bruma se alzó hasta formar
la figura de una mujer. Como un denso entramado de vísceras blancas, miles de
hilos de niebla componían su piel. Su cabello ondeaba en la noche pese a que el
viento hacía tiempo que había cesado.
- Aléjate de mi,
demonio. – Christien siseó.
En ningún momento pensó
que aquella figura fuera real, por eso cuando la oyó hablar sus pupilas se
expandieron violentamente.
- Aquí solo hay un
demonio y eres tú, Christien Treewolf.
De manera inverosímil,
Christien rió.
- Esto es… esto es
absurdo. ¿No lo entiendes? Yo… yo… mi herida – señaló su pie derecho. Una marca
de sangre se evidenciaba través de la bota. – Mi herida se ha infectado, ¿vale?
Y tengo fiebre y creo, creo, que estoy delirando. Oh, claro que estoy
delirando, estoy hablando con un estúpido ser de niebla de dos metros de altura
en medio del dichoso Bosque Brumoso. Que, por cierto, es peligroso por la
noche. Un consejo de un buen amigo antes de ser degollado. Buena gente.
La enorme criatura se
agachó hasta que sus ojos blancos y etéreos quedaron a la altura de los suyos.
Christien se asomó por un segundo a una inmensidad aterradora, un pozo sin
fondo, desolador y oscuro. Tembló.
- ¿Esa es ahora la
excusa? ¿Alucinaciones? ¿Es que acaso nunca vas a dejar de huir?
- ¿Es que no has oído
nada? No es una excu…
Como si de un férreo
garfio se tratase, la mano de la criatura de niebla apresó su garganta hasta
levantarle del suelo.
- ¿Es que acaso nunca
dejarás de huir de lo que llevas dentro? – Pese a que no movía los labios,
Christien era capaz de sentir cada una de sus palabras en lo más profundo de su
mente. – Esquivas tus sentimientos y te retuerces como un gusano. Enfréntate a
lo que hay dentro de ti, Christien Treewolf. No rehúyas, no mires para otro
lado, no te mientas, no te escondas. Vive lo que eres. No luches contra la luz.
Pugnando por respirar,
las palabras vaciaban su garganta a duras penas:
- Dentro de mi… no hay…
luz.
De improviso la fuerza
que le atenazaba el cuello desapareció y su cuerpo golpeó como un peso muerto
contra el suelo. Las sombras se abalanzaron con ansia sobre él mientras el eco
de unas últimas palabras serpenteaba en su mente:
- Búscala fuera entonces.
Haz lo que haga falta, Christien Treewolf, pero encuéntrala.
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