16 de agosto de 2015

Vive lo que eres.

Pese a que el frío le rodeaba por completo como una mortaja, su cuerpo era puro fuego. Acuclillándose, intentó forzar el aire a entrar en sus pulmones desgastados. Resopló, la respiración sibilante por el esfuerzo. Estaba agotado. Se llevó una mano a la frente para calibrar cuanto tiempo debía quedarle pero al momento la retiró con un espasmo. Ardía. Aquello no iba nada bien y era plenamente consciente de ello.
Al fondo en la noche reverberó el aullido hambriento del lobo. Christien se giró en redondo, la fiebre pintando de desesperación sus candentes ojos verdes.
- Bosque Brumoso es peligroso por la noche – canturreó con voz aguda – No debes entrar allí.
» Las últimas palabras de aquel granjero acudían raudas a sus labios una y otra vez. Aún podía oír el borboteo de la sangre al manar de su cuello pero semejante sonido no era suficiente para ahogarlas por completo.  
- Pues sí, el dichoso Bosque Brumoso es peligroso por la noche. Maldito viejo, si lo llego a saber te arranco la lengua antes de cortarte la garganta, al menos no tendría tu insulsa voz metida en mi cabeza.
Christien gritó. Se agachó y se incorporó, tironeándose de un cabello empecinado en adherirse sudoroso a su frente. Volvió a gritar al aire frío de la noche pero un sonido cercenó su chillido de cuajo.
Enseñándole los dientes a la oscuridad, observó lentamente alrededor. Los árboles, de delgada y raquítica corteza gris, le cercaban por doquier mientras la bruma, espesa y viscosa, apenas le dejaba ver el suelo a sus pies. Una alfombra de hojas rojas aparecía y desaparecía entre los jirones de niebla como terribles heridas abiertas.
No estaba solo, Christien Treewolf podía sentirlo. Llevando la mano al fino cuchillo que pendía del cinturón, se preparó para el ataque a la vez que el viento silbaba entre la floresta. Quizá habían encontrado su rastro. Quizá le habían seguido hasta aquella granja, encontraron sus huellas en el barro y ahora estaban allí.
» Ah no, de ninguna manera volveré a esa apestosa celda. Ni ahora ni nunca.
Y en un arranque de locura, echó a correr. Apartó las ramas que se lanzaban a su paso sin frenar ni un segundo su avance. Volvió a oír el sonido, esta vez más cerca. Estaba perdido, podía sentir sus ojos vigilantes detrás de él. No quedaba tiempo. Maldijo a su hermano, primero mentalmente y luego a voz en grito. Jamás se dejaría atrapar, jamás, jamás, jamás…
Tropezó.
El golpe contra el suelo fue duro y no pudo evitar que el cuchillo volara de sus manos y se perdiera en las profundidades de la niebla. Echándose de espaldas sobre la tierra mojada, se preparó.
Nunca olvidaría lo que vio a continuación. Enroscándose sobre sí misma, la bruma se alzó hasta formar la figura de una mujer. Como un denso entramado de vísceras blancas, miles de hilos de niebla componían su piel. Su cabello ondeaba en la noche pese a que el viento hacía tiempo que había cesado.
- Aléjate de mi, demonio. – Christien siseó.
En ningún momento pensó que aquella figura fuera real, por eso cuando la oyó hablar sus pupilas se expandieron violentamente.
- Aquí solo hay un demonio y eres tú, Christien Treewolf.
De manera inverosímil, Christien rió.
- Esto es… esto es absurdo. ¿No lo entiendes? Yo… yo… mi herida – señaló su pie derecho. Una marca de sangre se evidenciaba través de la bota. – Mi herida se ha infectado, ¿vale? Y tengo fiebre y creo, creo, que estoy delirando. Oh, claro que estoy delirando, estoy hablando con un estúpido ser de niebla de dos metros de altura en medio del dichoso Bosque Brumoso. Que, por cierto, es peligroso por la noche. Un consejo de un buen amigo antes de ser degollado. Buena gente.
La enorme criatura se agachó hasta que sus ojos blancos y etéreos quedaron a la altura de los suyos. Christien se asomó por un segundo a una inmensidad aterradora, un pozo sin fondo, desolador y oscuro. Tembló.
- ¿Esa es ahora la excusa? ¿Alucinaciones? ¿Es que acaso nunca vas a dejar de huir?
- ¿Es que no has oído nada? No es una excu…
Como si de un férreo garfio se tratase, la mano de la criatura de niebla apresó su garganta hasta levantarle del suelo.
- ¿Es que acaso nunca dejarás de huir de lo que llevas dentro? – Pese a que no movía los labios, Christien era capaz de sentir cada una de sus palabras en lo más profundo de su mente. – Esquivas tus sentimientos y te retuerces como un gusano. Enfréntate a lo que hay dentro de ti, Christien Treewolf. No rehúyas, no mires para otro lado, no te mientas, no te escondas. Vive lo que eres. No luches contra la luz.
Pugnando por respirar, las palabras vaciaban su garganta a duras penas:
- Dentro de mi… no hay… luz.
De improviso la fuerza que le atenazaba el cuello desapareció y su cuerpo golpeó como un peso muerto contra el suelo. Las sombras se abalanzaron con ansia sobre él mientras el eco de unas últimas palabras serpenteaba en su mente:
- Búscala fuera entonces. Haz lo que haga falta, Christien Treewolf, pero encuéntrala. 

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