Se sentía como si una
montaña entera le hubiera caído encima un millón de veces.
- Les gustas, chico. Les
encantas.
Si Jared hubiera tenido
el más mínimo aliento sin duda se habría reído. Bueno, si gozara de aliento y
si recordara cómo debían moverse los músculos de su mandíbula para
sonreír. Estaba seguro de que lo había olvidado.
- ¿Qué les gusto? Ha
sido un maldito desastre. - Sentado en la camilla se miró en el espejo que
colgaba de la pared. Una pequeña serpiente de hilo dorado decoraba la parte superior de su ceja
derecha allí donde le acababan de coser la brecha. El ojo izquierdo brillaba
con un color morado parduzco y en sus labios aún había trazos de sangre. No fue
necesario bajar la mirada para comprobar cómo estaba el resto de su cuerpo: le
palpitaban cada uno de los nervios de su ser. – Me ha dado una paliza.
- Sin duda. Y sin
embargo, es él el que está muerto.
Palpándose el vendaje
que le mantenía las costillas en su sitio, rezongó:
- Yo tampoco es que me
sienta muy vivo.
Con un suspiro que le
dolió en el alma, levantó la cabeza para mirar a su amo. Debía estar próximo a
los cincuenta pero su bigote entrecano era lo único que revelaba su edad pues
tenía un físico excelente. Algunas cicatrices en el rostro y un par de dientes
de menos mostraban un pasado ligado a la batalla. Pese a que solo tenía
diecinueve años, Jared jamás había odiado tanto a otro ser humano.
- No te hagas la víctima,
muchacho. – Viktor le echó el cabello rubio hacia atrás como si fuera su hijo y
no su esclavo – Volverás a luchar en una semana, les gustas. Te ovacionaron.
« ¿En una semana?»,
Jared no pensaba que pudiera recuperarse de aquellas heridas ni en un año. Era
una locura.
- Creo que ya me había
desmayado para entonces.
- Probablemente sí.
- ¿Cómo es posible que
les gustara?
Viktor se rascó la
cabeza con parsimonia, pensativo.
- El mundo actual no
quiere héroes. No quiere seres de leyenda, intocables, invencibles. El público
ansia encontrar a alguien con quien sentirse identificado. Alguien que sufra,
que sepa lo que es el dolor y que finalmente salga victorioso… - el esclavista
hizo una pausa teatral antes de terminar la frase – frente a cualquier
adversidad. Tú representas a la perfección ese papel.
Jared lanzó un esputo
sanguinolento a la escupidera que tenía al lado y maldijo.
- Pues menuda mierda de
papel.
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