13 de febrero de 2015

Bailes de salón.

La alegre música de la orquesta convertía en mero ruido de fondo todas y cada una de las estridentes conversaciones de la gente que atestaba el salón. Únicamente existía la música; la música y los bailarines.
- Viendo como les miras pareciera que amas los bailes de salón, Chris.
- El baile me da igual.
- Lo sé. Pero ella no, ¿verdad?
Sonrió. Si supiera el tiempo que llevaba apoyado en aquella columna mirándola, seguramente se asustaría. Más aunque lo intentara no era capaz de separar la vista de un solo cuerpo que no dejaba de moverse al vaivén de la eterna melodía.
- Verdad. - Aceptando la copa que su amigo le tendía, le dio un par de tragos. – Es increíble.
- Es más que increíble, colega. Si hubieras visto como llegó aquí, no era más que una chiquilla asustada y lloricona. Tardó meses en comprender de qué va esto, cómo funcionan las cosas. Nunca habría apostado por ella como Sucesora y mírala ahora: es inteligente, bella, astuta. Su vida no tiene límites, al igual que su potencial. Va a devolvernos lo que hemos perdido, te lo aseguro.
Jamás había intercambiado una sola palabra con ella, pero no era necesario. No había más que mirarla para detectar la electricidad que cabalgaba a través de sus cabellos.
- La quiero.
A su amigo no le hacía falta mirarle para saber la expresión que surcaba su rostro.
- Lo sé. Y conozco la razón.
- ¿Ah sí? ¿Cuál es la razón? – preguntó divertido, volviéndose hacia él.
- Que es inalcanzable.

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