No entendía por qué no
estaba muerto.
- No lo entiendo, no
entiendo por qué no estoy muerto.
A veces le gustaba
decirlo en voz alta, dar cuerpo a sus pensamientos. Pasaba solo lapsos de
tiempo tan largos que temía olvidar como se articulaban las palabras si de vez
en cuanto no rompía el silencio con su voz quebrada. Nadie puede mantener a
alguien encerrado tanto tiempo sin cometer un error. Cometerían un error,
estaba seguro, y entonces sería libre… y aunque la mayor parte de su venganza
la llevaría a cabo con el cuchillo,
quizá necesitara hablar. No podía permitirse olvidarlo.
Fue en una de esas ocasiones
en la que descubrió que no estaba solo.
- Soy inocente – musitó
al silencio. Pese a que repetírselo le hundía más en la amargura, empezaba a
encontrar consuelo en el cruel odio que, desde hacía años, latía en su
interior. Era una cadena, un grillete oscuro y frío que lejos de anclarle en el
fondo de si mismo le hacía libre.
- Lo sé –contestó la
oscuridad.
Christien dio un
respingo. Jamás había oído voz alguna allí abajo. Los carceleros que le servían
la comida y le limpiaban el cubo de los excrementos eran tanto mudos como
sordos para limitar cualquier contacto con la vida exterior, cualquier posible artimaña
con la que pretendiera engañar a sus captores y escapar de allí.
- ¿Cuánto tiempo llevas
aquí?
Le había parecido la voz
de una mujer pero no podía asegurarlo. La penumbra acolchaba los sonidos, las
sombras que arrojaban las antorchas del corredor apenas alcanzaban a dibujar
siluetas sobre él.
- Demasiado, Christien. –
Hizo una pausa – Como tú.
- ¿Por qué no has
hablado hasta ahora?
- Hasta ahora no has
dicho nada que mereciera la pena contestar. – Era sibilante y era, sin lugar a
dudas, la voz de una mujer. ¿O quizás fuera un hombre? ¿Cuánto tiempo es
necesario aislar a alguien para volverle loco, para que imagine voces, para que
no sepa dónde termina la voz de un hombre y empieza la de una mujer? En la
eterna oscuridad que le rodeaba no había hombres ni mujeres. No había vida, únicamente
pensamientos de vida, pensamientos de voces, pensamientos de pensamientos. –
Voy un paso por delante. Siempre. Cualquier idea, cualquier posibilidad que se
te pase por la cabeza ya se me ha pasado a mí. Sé lo que estás pensando.
Silencio. Tardó horas en
contestar, aunque en las tinieblas el tiempo no pasa de la misma manera que en
la superficie. La frontera entre un par de horas y un segundo desaparece. Por
primera vez desde que estaba allí abajo, tenía miedo.
- ¿Qué estoy pensando?
La respuesta le llegó
más rápido de lo que habría imaginado.
- Que formo parte de tu
ser.
Christien se estremeció.
Había acertado.
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