- ¿Adónde vas? Teníamos
un trato.
Deteniéndose junto a la
puerta, Christien frunció el ceño sin volverse.
- Tienes razón en las
dos cosas, en que había un trato entre nosotros y en que lo teníamos. Me temo
que aquel acuerdo no puede seguir adelante, mis más sinceras disculpas.
El dueño del Puerto Gris
no daba crédito a lo que oía. Antes de que siguiera avanzando hacia la salida
volvió al ataque.
- No puedo creerlo. ¿Qué
quieres decir con eso? Me hablaron de ti. Me hablaron de tus mentiras, de tus
juegos malabares con las palabras y las promesas más nunca pensé que fueras una
rata tan asquerosa.
Esta vez el cambio se
produjo de súbito y fue bastante menos evidente que el anterior. La espalda de
Christien se envaró peligrosamente como si una chispa incendiaria la recorriera
por dentro. Pese a todo, el hombre, llevado por la furia, no se percató en
absoluto del peligro.
- ¿Una qué? – respondió volviéndose.
- Lo que has oído.
- Creo que no he oído
nada porque si he oído lo que creo que he oído…
- Rata. – Marcó con fuerza la palabra – Asquerosa.
- Me lo temía. ¿Sabes
qué? – Diluyendo la distancia que antes los separara, paso a paso fue acercándose
como un gato que acorrala al tímido y huidizo ratón. – No iba a haber ningún
problema entre nosotros. Quiero decir que el trato iba romperse, por supuesto,
pero aparte de eso iba a salir por la puerta y tú y yo jamás volveríamos a
vernos. Pero claro, eso fue hasta que me has llamado, ¿cómo has dicho
exactamente? Sí, eso, - Sonrió. – Rata asquerosa.
En un solo movimiento,
veloz e imperceptible, la mano de Christien se perdió bajo su capa y surgió de
nuevo con un pequeño cuchillo que se perdió en el hombro del Jefe de Puerto
Gris. Con un grito, intentó desembarazarse de él pero Christien siguió
empujando, moviendo su cuerpo a la par que el otro retrocedía contra la pared.
Cuando la sangre empezó a rezumar abundantemente entre los chillidos roncos del
hombre, continuó.
- Te explicaré por qué
he roto nuestro acuerdo. No pretendía hacerlo ya que no soy un hombre que dé
explicaciones de lo que hace, pero siempre me ha gustado hablar con los
muertos. - Se acercó a su oído y susurró – Se trata de mi imagen. Yo podría perfectamente respetar el acuerdo, sería
inmensamente feliz haciéndolo pero, y aquí está el pero, tengo una imagen.
- ¿De qué coño estás
hablando?
- ¿Qué clase de imagen
daría yo al mundo si respetara los pactos? La gente me vería como alguien con
quien se puede razonar, con quien se puede dialogar, con quien se puede jugar.
Y yo no soy un hombre dialogante, un hombre que haga tratos. Porque hacer un
trato conlleva igualarse con el otro, ponerse al mismo nivel… y como
comprenderás, yo no estoy al mismo nivel que el resto. ¿Lo has entendido?
- Lo he entendido.
- ¿Ves? Pues ya estamos
de acuerdo en algo.
De golpe sacó el
diminuto cuchillo del hombro y antes de que recobrara el equilibrio, lo deslizó
en un ágil y profundo tajo por su garganta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
El reflejo de tu alma...