2 de abril de 2015

- ¿Adónde vas? Teníamos un trato.
Deteniéndose junto a la puerta, Christien frunció el ceño sin volverse.
- Tienes razón en las dos cosas, en que había un trato entre nosotros y en que lo teníamos. Me temo que aquel acuerdo no puede seguir adelante, mis más sinceras disculpas.
El dueño del Puerto Gris no daba crédito a lo que oía. Antes de que siguiera avanzando hacia la salida volvió al ataque.
- No puedo creerlo. ¿Qué quieres decir con eso? Me hablaron de ti. Me hablaron de tus mentiras, de tus juegos malabares con las palabras y las promesas más nunca pensé que fueras una rata tan asquerosa.
Esta vez el cambio se produjo de súbito y fue bastante menos evidente que el anterior. La espalda de Christien se envaró peligrosamente como si una chispa incendiaria la recorriera por dentro. Pese a todo, el hombre, llevado por la furia, no se percató en absoluto del peligro.
- ¿Una qué? – respondió volviéndose.
- Lo que has oído.
- Creo que no he oído nada porque si he oído lo que creo que he oído…
- Rata. – Marcó con fuerza la palabra – Asquerosa.
- Me lo temía. ¿Sabes qué? – Diluyendo la distancia que antes los separara, paso a paso fue acercándose como un gato que acorrala al tímido y huidizo ratón. – No iba a haber ningún problema entre nosotros. Quiero decir que el trato iba romperse, por supuesto, pero aparte de eso iba a salir por la puerta y tú y yo jamás volveríamos a vernos. Pero claro, eso fue hasta que me has llamado, ¿cómo has dicho exactamente? Sí, eso, - Sonrió. – Rata asquerosa.
En un solo movimiento, veloz e imperceptible, la mano de Christien se perdió bajo su capa y surgió de nuevo con un pequeño cuchillo que se perdió en el hombro del Jefe de Puerto Gris. Con un grito, intentó desembarazarse de él pero Christien siguió empujando, moviendo su cuerpo a la par que el otro retrocedía contra la pared. Cuando la sangre empezó a rezumar abundantemente entre los chillidos roncos del hombre, continuó.
- Te explicaré por qué he roto nuestro acuerdo. No pretendía hacerlo ya que no soy un hombre que dé explicaciones de lo que hace, pero siempre me ha gustado hablar con los muertos. - Se acercó a su oído y susurró – Se trata de mi imagen. Yo podría perfectamente respetar el acuerdo, sería inmensamente feliz haciéndolo pero, y aquí está el pero, tengo una imagen.
- ¿De qué coño estás hablando?
- ¿Qué clase de imagen daría yo al mundo si respetara los pactos? La gente me vería como alguien con quien se puede razonar, con quien se puede dialogar, con quien se puede jugar. Y yo no soy un hombre dialogante, un hombre que haga tratos. Porque hacer un trato conlleva igualarse con el otro, ponerse al mismo nivel… y como comprenderás, yo no estoy al mismo nivel que el resto. ¿Lo has entendido?
- Lo he entendido.
- ¿Ves? Pues ya estamos de acuerdo en algo.

De golpe sacó el diminuto cuchillo del hombro y antes de que recobrara el equilibrio, lo deslizó en un ágil y profundo tajo por su garganta.

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